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Carrasco: "Hablar de protección de datos también es hablar de redistribución"

Carlos nos habla de los retos del uso de los datos en los municipios.

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Hablamos con Carlos Carrasco. Es experto en el uso de datos para el desarrollo. Nos cuenta sobre su trayectoria, las posibilidades que ofrecen los datos para mejorar la democracia. Los retos que se plantean para el uso de los datos y algunas acciones que pueden realizarse desde la sociedad civil.

Háblanos de tu trayectoria. En ella, ¿Qué te ha acercado a los datos y al gobierno abierto?

Lo que me ha acercado a los datos y al gobierno abierto ha sido mi pasión por la política. Puede resultar extraño responder a través de la pasión sobre algo técnico, pero yo creo que es parte de la condición humana, que tiene que ver con conectamos con aquello que nos apasiona.

Vengo del mundo de la dirigencia estudiantil y del activismo social y político en Venezuela. Posteriormente, cofundé la fundación Caricuao Propone. Caricuao es una zona popular de Caracas y un nombre indígena. Allí, durante casi cuatro años estuve trabajando por mi comunidad en temas relacionados con las políticas públicas municipales.

Después, tuve la oportunidad de colaborar como asistente de investigación en algunos proyectos con la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, de la cual soy egresado. A través de esto, postulé y obtuve la beca para un curso en gobierno digital y gobierno abierto de la CEPAL y de la Agencia de Cooperación Española, en su centro de formación en Santa Cruz en Bolivia.

Por las circunstancias humanitarias que atravesaba Venezuela, decidí emigrar a Chile. Empecé a trabajar en el Observatorio del Gasto Fiscal, una organización no gubernamental que se encarga de fiscalizar el gasto público en Chile. Lo hace a través de los datos abiertos y de la apertura de la información. Así es que empiezo a especializarme en cómo podemos hacer uso de datos abiertos para fiscalizar, hacer visualizaciones y, lo más importante, hacer que la gente entienda cómo se usan los recursos públicos y la necesidad de fiscalización a través de la sociedad civil, de la academia e, inclusive, de la participación del sector privado.

Estamos viviendo un cambio de época. En mi trayectoria he reafirmado mi convicción por la democracia, por la transformación digital y de que necesitamos más personas que tengan una capacidad técnica y política para responder a las demandas que hoy enfrentamos a nivel global, especialmente en América Latina y el Caribe y en la región de Iberoamérica, donde tenemos desafíos particulares y donde   todavía no aprovechamos la tecnología en su máxima capacidad.

Muchos hablan de la postura de transhumanismo. Sin caer en la ciencia ficción, yo sí creo que vamos a un futuro donde lo biológico y lo digital van a estar íntimamente ligados. Hablar de datos abiertos, de gobierno abierto, de ese cambio en el paradigma de la democracia nos acerca mucho más a ese futuro que se perfila en el horizonte.

Los datos ya forman parte del día a día, pero queda por hacer. ¿Qué acciones podríamos tomar para que nos ayuden a fortalecer las democracias en América Latina y el Caribe?

Me han enseñado que la democracia no se puede entender separada del desarrollo. Si a la tecnología no la entendemos como un habilitante, sino simplemente como un medio o un instrumento, no tendremos la capacidad de comprender efectivamente lo que nos está brindando. Es la oportunidad de reconfigurar y repensar nuestras democracias.

Las propuestas que podemos generar desde un enfoque de datos abiertos tienen que ver con temas estructurales y con un cambio en el paradigma en cómo estamos pensando las cosas:

Tenemos que apuntar a la disminución de las brechas digitales, de manera integral, con capacitación y con una mayor disponibilidad de herramientas tecnológicas. Esto va a permitir que los sectores excluidos en muchos de nuestros   países, se puedan incorporar a la sociedad del conocimiento y ser partícipes de una sociedad mucho más democrática.

Una propuesta concreta es invertir en infraestructura para la conectividad, solo de esa manera vamos a incorporar a más personas con la capacidad de tomar decisiones a esta sociedad digital y, de cierta manera, también fiscalizar cómo el Estado está cumpliendo su labor.

Otra línea relacionada, es un cambio en el paradigma: tener siempre a las personas en el centro de la transformación digital. Hay que entender que las plataformas y los avances tecnológicos que tenemos son un servicio a la sociedad. La tecnología se tiene que adaptar a nosotros, a nuestras necesidades, sueños y retos.

También es necesario tener un marco de protección de datos que nos permita compartir información, pero al mismo tiempo saber cómo se está utilizando. Son conversaciones complicadas, pero hay que pensar en cómo disminuir la desigualdad aprovechando cómo las nuevas tecnologías que intervienen en las relaciones económicas, sociales y políticas. Hablar de protección de datos también es hablar de redistribución, de que efectivamente, la gente reciba algún tipo de beneficio.

Por otro lado, se debe incorporar a la gente en la implementación de las políticas públicas, no solo en la consulta o en el diseño. Hay que idear formas apoyadas en la tecnología para que la gente se pueda incorporar en políticas públicas concretas. Esto ayuda al rescate del valor público y fortalece la institucionalidad democrática.

Tenemos que descentralizar los canales de comunicación que tenemos en los Estados, pero a través de canales homogéneos y coordinados. Tratemos de pensar en cómo, independientemente si yo voy a acudir al Ministerio de Finanzas, al Ministerio de Vivienda o a mi municipalidad, encontremos canales parecidos. Esto tiene que ver con el diseño, pero también con un marco legislativo similar, que me permita hacer trazabilidad de mi comunicación con mi gobierno y mis representantes.

Para finalizar, creo que la deliberación democrática no debe ceder a la inmediatez que marca la tecnología. Sin embargo, la tecnología nos puede ayudar a ser más ágiles. Yo creo que la frustración de la sociedad no está en que existan debates democráticos o que existan debates duros en algunas instancias, sino que la materialización de esas decisiones muchas veces se ejecuta de mala manera o no se llegan a ejecutar.

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¿Podrías mencionar una acción que para ti sea prioritaria para consolidar una cultura de gobernanza abierta en los municipios?¿Desde la sociedad civil cómo podríamos ayudar hacerla realidad?

Creo que el espacio municipal es un laboratorio que tenemos que seguir aprovechando para la innovación y para plantear una nueva relación entre ciudadanos, instituciones y empresas que le pueda hacer frente a la desigualdad.

En ese sentido, cuando hablamos de datos abiertos, los municipios deberían legislar para que los vecinos sean copropietarios de los datos y reciban un beneficio cuando sus datos personales son utilizados por el sector privado. Es decir, si el sector privado los utiliza datos para hacer publicidad, que los vecinos reciban algún tipo de  beneficio o dinero directamente, contribuciones que mejoraran su calidad de vida. Si bien esto, en el mejor de los casos, tiene que ser algo global, hay que empezar con lo    pequeño. Y creo que lo municipal con compañías locales o subnacionales puede ser una primera opción.

Respecto a qué se puede hacer desde la sociedad civil, creo que la sociedad civil tiene el deber, sobre todo aquellos que tengan un conocimiento técnico, de interpelar y formar a los representantes locales en temas de datos abiertos y gobierno abierto. Es importante que tengamos la capacidad de enseñar a los políticos que nos están representando de qué se trata un dato abierto, qué documentos se puede entender como datos abiertos y accesibles para la ciudadanía. La sociedad civil, apoyada por la academia, tiene que enseñar, capacitar y, por qué no, también interpelar para que la tecnología deje de ser la visión de un nicho y forme parte integral de la visión política al momento de hacer gestión pública.

Has sido consultor por Chile para el Barómetro Latinoamericano de Datos Abiertos y para el Barómetro Global de Datos. Más allá de los resultados, ¿qué destacas del proceso de investigación y del trabajo que hiciste?

Este tipo de índices son muy buenos para medir la disponibilidad de información y si efectivamente están en un formato abierto o no. Pero, ahora el desafío más importante que   tenemos es tratar de medir si se usan esos datos abiertos y cómo.   Al final del día, no nos va a servir que la institucionalidad pública de los países tenga un  portal de datos abiertos si esos datos no se están utilizando.

Muchos gobiernos lo que hacen es que abren los datos, crean portales de datos abiertos, pero luego no le hacen un seguimiento. En el peor de los casos tienes portales de datos abiertos en la región que se abrieron en algún momento pero que, hoy  por hoy están desactualizados. Otros portales, efectivamente, se actualizan año por año o inclusive mes a mes, pero no sabemos cómo se están utilizando esa información, no sabemos si al final está generando algún tipo de valor público o de utilidad a la sociedad.

En este aspecto es donde deberíamos ahora enfocarnos, en saber si los datos abiertos se están utilizando y en qué. Hay que entender que los datos abiertos y el esfuerzo que se hace para abrirlos se hace con dinero público, o sea, con el dinero    de todas y todos. Es importante fiscalizar si efectivamente están sirviendo a la sociedad  o si nadie los está viendo. Y si nadie los está viendo, preguntarnos ¿por qué? ¿Qué necesitamos para que se aprovechen más? Ese es uno de los desafíos que tenemos cuando hablamos de este tipo de barómetros.

Además de eso, tenemos un desafío con la homogeneidad. Yo creo que hay que recuperar un poco esa visión que teníamos en el siglo XX, los esfuerzos de ISO, de la Organización Internacional de la Normalización, que nos permiten estandarizar procesos. Si queremos avanzar hacia un mayor intercambio de datos a nivel global, esto tiene que estar estandarizado.

Lamentablemente, en estos momentos, no tenemos información estandarizada, sobre todo en la región de América Latina y el Caribe. Pensar en una ISO de datos abiertos, debería ser una cosa que nos planteemos a futuro para poder tener un mayor intercambio de información entre los países y que, sin importar si yo soy de Chile, Venezuela, México o España, ya sé que hay una serie de metadatos que van a ser iguales y, por lo tanto, yo puedo analizar esa información.

Háblanos de un proyecto de datos o de apertura organizacional que hayas promovido o te haya inspirado en los últimos meses y por qué es relevante para ti.

Quisiera hablar de un proyecto en el que estuve trabajando el año pasado, que fue una publicación que se hizo en conjunto con Flacso Chile y la Fundación Abriendo Datos. Se llama Innovación y Transformación Digital, Disrupción del Govtech y la Gobernanza de Datos Municipal.

Me parece uno de los esfuerzos más interesantes en este último tiempo, ya que presenta un escenario del ecosistema Govtech. Cuando hablamos de Govtech, estamos hablando de cómo generar emprendimientos que brinden soluciones acopladas al uso de la tecnología, la tecnología digital, y que puedan aportar en aspectos fundamentales para la gestión pública desde un marco de gobierno abierto, como la transparencia, la gobernanza de datos y la participación ciudadana.

En esa publicación, tuve la oportunidad de escribir un capítulo que se llama “Políticas Públicas Preliminares para la Cuarta Revolución Industrial en América Latina”, donde básicamente se comparten propuestas para poder generar condiciones que permitan un cambio de paradigma en cómo se está abordando la transformación digital en la región y cómo esto puede aportar tanto para la institucionalidad pública, pero también para la productividad. Hay que entender que, en el marco de los avances tecnológicos, América Latina y el Caribe no han solucionado sus viejos problemas.

Tenemos un problema de productividad, donde luego del efecto rebote del 2022 por la postpandemia, nos enfrentamos a un 2023 con un estancamiento, donde muchos  de los países de la región van a crecer muy poco y donde inclusive unos van a entrar en recesión.

Si entendemos, bajo este contexto, que la democracia no puede estar separada del desarrollo, es importante que aprovechemos estas reflexiones sobre la tecnología, y avanzar hacia esa sociedad del conocimiento digital para poder plantear nuevas soluciones. En este capítulo comparto algunas propuestas que se pueden tomar para reducir las brechas digitales y también para impulsar un plan de intervención que pueda invitar a los diversos actores en múltiples niveles en áreas de capacitación, implementación y seguimiento de algunas tecnologías digitales.

En este libro van a encontrar capítulos muy interesantes sobre casos de pilotos sobre índices de Govtech en municipalidades chilenas, pero también, sobre cómo podemos generar  comunidades inteligentes a través de innovación social, en cómo podemos entender la  transformación digital combinada con todo este paradigma de ciudades inteligentes.

Creo que hay una oportunidad que tenemos que aprovechar para poder ser un poco como evangelizadores de un paradigma de gobierno digital, abierto y democrático.